lunes, 12 de febrero de 2007

Gracias a la magia secular hoy puedo escribir esto. Respiro profundo y pienso. Digo esta magia secular porque mi padre y mi madre se separaron hace ya unos diez años, casi once. Disfruto este momento en que escucho a un tremendo músico que no inventó nada, sino que por el contrario reconfiguró a un incunable: Jean-Sébastien Bach. Simple y profundo a la vez, Jacques Loussier supo captar la esencia trascendental de Bach y depositarlo en un contenido jazzero de antaño. Esa esencia es trascendental porque este sujeto francés observó en detalle que lo de Bach es adaptable a la magnitud del piano y el violoncello en clave de jazz. Exultantes estos, fascinan a amantes de la -buena- música y hasta a bombones asesinos. Este es otro tipo de magia secular: convertir un idioma religioso (católico principalmente) como era la música clásica del siglo dieciocho en signos no necesariamente religiosos como es el jazz.
Vuelvo entonces a respirar profundo. La música sigue su curso mientras las imaginarias campanadas de las 12.30 suenan en el reloj de abajo a la derecha. Queda solo un trago del "Santa Justina" que supimos conseguir y beber. Un Malbec de 2004 que nadie conoce, pero según mi padre "se vende barato en el super".
Loussier acelera y desacelera el ritmo del viejo Juan Sebastián y yo he terminado de beber a la Santa Justina. Más contenido religioso en estos párrafos ya que me tomé la sangre de Cristo y encima era de una santa que fue embotellada.
Decía al principio que la magia secular ha iluminado este momento. O algo así. Mi padre, entonces, se divorció de mi madre. Mi madre se enteró. Luego nos enteramos mis hermanos (Jeva, la menor; Imre, el mayor, y yo, Slavoj, el del medio) de tal acontecimiento. Mi padre se fue de casa hacia otra casa, donde escribo. Vivo con mi madre, donde suelo escribir y donde mi máquina no funciona de la mejor manera. Por eso, la magia secular que todo lo puede (como divorciar a un par de católicos) me permite encontrarme en otra casa y escribir un poco.
No hay más vino en mi copa; elemento fundamental para poder escribir sobre la religión y la música.

SZ

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