miércoles, 28 de febrero de 2007

Versión aco(r)tada de Montevideo

Hay un Montevideo para uruguayos, otro para argentinos y otro para quienes quieren ser por un momento uruguayos pero luego quieren ser argentinos.
Ya de vuelta en su país, querrá [uno] ser argentino para luego querer imaginarse uruguayo una vez más.

SZ

martes, 27 de febrero de 2007

Montevideo

Hay un Montevideo para uruguayos, otro para argentinos y otro para quienes quieren ser por un momento uruguayos pero luego quieren ser argentinos.
Voy a descartar al primer y segundo Montevideo porque claramente ví un tercer Montevideo.
A su llegada, el llegador debe sintonizar algo de don Jaime Roos o bien algo de murga "yorugua". Sino, aquella ciudad está ausente. Ausencia más bien de color, de ritmo, de vida y comunidad. La división entre ciudad vieja y lo más moderno de M. me parece algo bastante poco saludable para el llegador, ya que aquella trasciende el dualismo modernidad-posmodernidad (podría ser una intempestividad, extratemporalidad, o algo así; un amigo, Álvarez Gómez, seguro tiene un empolvado cuaderno donde habrá escrito un texto sobre la intempestividad).
Rambla de noche y día. Puerto a la vista de esa rambla, la cual se pierde entre los codos que el agua formó. Una rambla que permanece anaranjada, suave y fresca. Tal vez queda más bella a partir de las seis, cuando bajan -esclavos del mate- algunos pobladores de M.
Los febreros se visten de fiesta en una ciudad inclinada al agua (debido a aquellos pobladores, esclavos del mate, que se acercan a eso de las seis, para conversar bajito sobre olas, sobre bombillas y sobre Tabareses). Por eso cuesta tanto volver al Norte, al centro geográfico de M.
Las fiestas, como decía, se aprecian más en febrero: una especie de "fiebrero", porque es como una fiebre por el carnaval montevideano. Y el llegador debe recorrer un circuito de clubes de barrio que, escondidos para un visitante argentino, florecen para quien por un momento quiera ser uruguayo. "¡Hay salchicha y chorizo!" grita uno. En los parlantes del club Malvín se repite "Cativelli es más rico", "Tome Chofitol y coma bien", "Café El Chaná, el mejor café", y así. El club tiene una tribuna -la Amsterdam, debido a la calle que la bordea-, el campo de juego de cemento y un escenario, al otro lado de la Amsterdam, a dos metros de altura. Abundan carteles pintados en las paredes, algunas lamparitas de colores y en el cemento cientos de sillas y mesas.
El llegador tiene que anotarse con unas horas de antelación, reservando a la misma hora en que la ciudad se inclina hacia la rambla, la hora más linda. El vacío de la Amsterdam y, después, del campo, son ya un recuerdo para eso de las nueve cuando la primera murga hace su aparición, y el público está debidamente sentado y en absoluto silencio.
Trajes de colores, esponjas hechas gorros y muñecos, mangueras y alambres atados a las telas. Frentes, labios y mejillas pintadas por colores fuertes y brillantina. Tres percusionistas detrás de quince personas que cantan a coro, entre duetos y tríos y demás mezclas de voces; algunas veces de espalda al público, el orquestista arregla los tiempos con sus manos, indica los tonos de las próximas canciones que vendrán y hace un juego entre la seriedad de una filarmónica y la intrepidez de una murga. Saltos, gestos -muchos gestos-, pedidos con los brazos, alusiones al amor, a la amistad, encuentro con viejos personajes de la murga uruguaya, teatralizaciones sobre los mismos, historias que dejan siempre un mensaje. Entre tanto, el llegador podrá percibir el alto nivel de bajada de línea, de crítica al capitalismo, de reproches al gobierno, de juicio a los militares (acompañado de fervientes aplausos del público de la Amsterdam y el campo de cemento; y más de uno gritando el nombre de la murga presente). Muñecos con las caras de Tabaré Vázquez y su gabinete, caricaturas de los militares, chistes sobre mujeres de moda que muestran sus partes en revistas, son habituales en las murgas.
Ya entrada la noche, la gente despide cantando y aplaudiendo a la última murga, que se pasea por entre las mesas y se va agradecida. Bajan entonces quienes estaban en la tribuna, se alejan los de las mesas, todos con sus mates y con tranquilidad.
El llegador podrá, al día siguiente, recorrer la "18 de julio", visitar algún museo, seguir paseando por la siempre anaranjada rambla, apreciar la belleza de los barrios Carrasco y Pocitos, recuadrar el aspecto solitario, dejado pero asimismo cálido del barrio viejo, tomar un mate por la plaza Cagancha, y hacer otras actividades de city tour.
Ya de vuelta en su país, querrá ser argentino para luego querer imaginarse uruguayo una vez más.

SZ

lunes, 26 de febrero de 2007

Escape

Me escapé. No llevé mi celular. Estaban todos menos mi padre: mis abuelos, mis tíos, algunos amigos, mi madre y su marido, y mi mujer. De pronto crucé varias fronteras, anochecía por aquellos oscuros rincones. La gente ya entraba a sus casas y yo, sediento de ver algún conocido, me di cuenta que era tarde, que no tenía celular para avisar sobre mi partida. En principio quiso ser un pequeño llamado de atención, pero sin quererlo se convirtió en una ausencia irreparable. Yo no lo sentía así. "Solamente me fui", pensaba después para mis adentros. Al intentar volver, escuché la voz dolida de mi hermano. Intentaba responderle -de hecho lo hacía- pero él no podía escucharme. Pregunté a unos lugareños la forma de regresar. La vuelta se hacía dura y mucho más larga que la ida. Tuve que pasar una frontera, desconocida para mí. Me pidieron documentos y escuché con mayor nitidez a mi hermano, por lo que pasé sin fijarme aquel obstáculo. Subiendo la pendiente, detrás de los arbustos, me encontré con ellos. Algunos lloraban, mi madre se indignaba porque yo no había avisado que me iba; un amigo no dejaba de mirarme azorado; otros me abrazaban. Mi mujer, lagrimeando, se hizo espacio entre todos y abrió sus brazos. Como enjuiciado, pero a la vez contenido, me fui dando cuenta que solamente puedo escaparme en un sueño.

SZ

martes, 20 de febrero de 2007

Turi turi

Finalmente adquiriremos el oficio de un robot. No es que seremos uno de ellos, porque si fuera así... al menos eso; y podríamos decir: "claro, soy robot". Pero lo de quedarse a medias, como lanzarse a la doble línea amarilla de una gran avenida, no. Un indefinido como: "no soy robot, pero tengo sus características; soy un poco humano, un poco robot".
Tendremos un andar estructurado, un poco más de memoria RAM, a la mañana se activará un sistema que nos preguntará el nombre y el pin o password (un estado semi inconsciente que puede concientizarse si nos acordamos de nombre y pin; si no es así, viene el técnico-robot). Nuestros sentimientos se cargarán con un chip de cholocate, como el de las galletitas. Al tragarlo podremos acceder al mundo sensible -a lo Kant-, y disfrutaremos de pasiones y de las plantas.
Nos llamarán por teléfono (o un nuevo aparatito denominado diferente, pero para el caso es lo mismo), sonará en nuestro índice un "turi turi" que podremos atender o no. Al visitar a nuestra enamorada el corazón palpitará de acuerdo a la agujita que diga "fast", y tendrá un control de velocidad para no sufrir accidentes emocionales.


SZ

viernes, 16 de febrero de 2007

Lo que uno no es, por mí.

En cambio hoy puedo entender qué era lo que Copje intentaba decirme. Sin embargo no coincido con ella.
La tristeza de algún hijo por no haber podido alcanzar los pasos de su padre; la imagen de un "otro" que no puede ser reflejada en uno mismo (por no conseguir esos objetivos pertenecientes al "otro"); son estos ejemplos de lo que quiero decir. Así podría seguir con mil ejemplos más.

Falta, escasez, vacío. ¿Porqué siempre el ser humano se deja llevar por esa ausencia de algo que está presente en el otro? Si el niño es "desalegre" -retomando al filósofo contemporáneo Álvarez Gómez-, pues que él lo sea. Yo seguiré jugando con los "pleimóvil".

Agradecido entonces de no ser lo que es el otro. Pero no por despecho hacia aquel, sino porque alimenta los rasgos positivos propios. Por eso, respeto a Copje -mi psicoanalista- con su idea.

Lo que uno no es, según Copje.

Ayer hablé con Copje. Tuvimos una larga discusión semántica. Ella me declaró que a veces "no es". Entre signos de pregunta le dije: "qué". Largos relatos, propuestas inconclusas, espejismos y otras estratagemas fueron suficientes para que yo terminara por comprender absolutamente nada.

A pedido del público

EPÍLOGO

La vida de Dimitri fue algo tormentosa, como se habrá dado cuenta (no él, sino usted, lectora-lector). Me demostró que uno debe a veces contener su pasión por la otra persona, para evitar desarreglos en su organismo. Pero tampoco uno conoce en detalle esos límites, con lo cual puede suceder lo que a Dimitri.

Slavoj Zizek, febrero de 2007



ÍNDICE

- Prefacio pág. 1
- Dimitri, primera parte pág. 2
- Dimitri, segunda y última parte pág. 3
- Epílogo pág.4

miércoles, 14 de febrero de 2007

Plaza



Anoche pasé por la plaza, recordando el "subibaja" de mis tiempos. En varios bancos dormían hombres de atuendos normales. Los reflectores que colocaron hace poco los delataba. Casi todos con una mano sobre sus caras, como tratando de no ser descubiertos. Fueron pocos segundos en la plaza donde me entretenía a mis inconscientes 5 años. En ese trayecto diagonal, pude escuchar la respiración de cada uno de ellos, como una forma que la plaza a veces toma para demostrar que está viva.

martes, 13 de febrero de 2007

Victoria - 1ra reedición

a. Prólogo a la 1ra edición (1):
En el prólogo no hablaré de mí, ni de cómo conocí a esta ciudad, sino que agregaré un par de cositas que quizás dejen más claro el camino para entender la idea del texto: Victoria tiene una actitud ambivalente, ya que se mueve como para ser una ciudad pequeña pero de gran porte, por un lado. Por otro, hay una clara conducta "vecinal" (de silletas en la vereda, de bondad indiscriminada, de saludos victorienses esquineros, de tonada apaciguada, etc.) que no se deja arrancar, como un árbol antiguo con raíces del tamaño de una baldosa y que complica a los taladores obsesivos. Es la conducta vecinal la que -más allá del hermoso paisaje natural que rodea a Victoria- le da un contrapeso a una ciudad indecisa.

b. Victoria
Seca, algo gris. Baja. Pequeña y corta. Algo vieja y regia.
La ciudad de Victoria es un albergue de perros dormidos, flacos y rengos. Pero buenos. Perros buenos.
De andar unas cuadras se ve el fin del pueblo. Ciudad. Bueno, pueblo. Las calles asfaltadas del “centro” se convierten abruptamente en baches con asfalto y, unos pasos más, no son más que tierra.
Las siluetas más prometedoras son de extranjeras –de rosarinas-, así como de casas antiguas con rejas también centenarias.
Sobre las siete colinas características se yergue Victoria. Famosa capital provincial del carnaval, devenida en subsede del carnaval con los años y transformada en un triste paseo de tablones pintados “a la que te criaste” donde bailan, cabizbajos, seres sin entusiasmo. Cuna actual del pancho y la coca más lentas de su departamento provincial, Victoria posee un ritmo particular: el victoriense.
Mezcla entonces de lentitud –que se propaga desde los canes hasta los choferes- con belleza agropecuaria y riática (de río; riuum; rire), Victoria es un lugar para conocer.

Volví hecho una lechuga. Pero volví y estoy sin ella.


SZ

(1) "Victoria" debió ser escrita el 7 de febrero como un comentario a otro texto.

lunes, 12 de febrero de 2007

Dimitri - Segunda y última parte

A: Dimitri, cómo va?
Dimitri: viento, bosta?
A: acá. Qué se yo!
D: "oká". Tipo... me enamoré.
A: na`

Silencio

D: sá. manamoréchabón.
A: te re re re felicito, Dimitri.
D: grashia, grashia.
A: ¿Quién es la loca?
D: no importa. Es una chica "equis".
A: bastante putita si se le dicen así.
D: tranquilo que no es ninguna puta.
A: Buá. Te felicito, en serio.

Dimitri colgó al instante. No quería seguir escuchando algo que suponía. Tampoco quería fingir su forma de hablar, sus comentarios. Dimitri estaba totalmente enamorado y poseído por una mujer.
Meses más tarde el "rusito" retomó sus cursos de ballet en el C.C. de calle Corrientes donde mejoró una técnica específica de la danza clásica. Su espíritu se elevaba un poco más alto de lo que su cuerpo lo hacía cuando se lucía en un escenario precario del centro cultural. Dimitri sintió por fin que su alma se llenaba, que su amor era correspondido y acolchonado.
Tal excitación interna lo hizo desesperar. Murió hace pocos días en una estación de subte (la "b") debido a un paro cardio-respiratorio, según los médicos.
El espíritu de María ya no lo seguía. Había encontrado una persona única: "Vivi". Una joven de su edad que lo comprendía hasta en sus incoherencias nostálgicas. Ambos pudieron involucrarse en su relación (algo que aterraba a Dimitri en compañías pasadas).
La excitación de Dimitri fue un "contra placebo" que terminó con su vida. Era tal la angustia sentida a causa de tanto amor que un mísero resfrío hizo caer su "Jenga". Sospecho que la falta de afecto hacia él -durante toda corta vida- fue la causa previa a la angustia recién comentada.
Hoy Dimitri está en mi corazón y su recuerdo es mi medium.

SZ
Gracias a la magia secular hoy puedo escribir esto. Respiro profundo y pienso. Digo esta magia secular porque mi padre y mi madre se separaron hace ya unos diez años, casi once. Disfruto este momento en que escucho a un tremendo músico que no inventó nada, sino que por el contrario reconfiguró a un incunable: Jean-Sébastien Bach. Simple y profundo a la vez, Jacques Loussier supo captar la esencia trascendental de Bach y depositarlo en un contenido jazzero de antaño. Esa esencia es trascendental porque este sujeto francés observó en detalle que lo de Bach es adaptable a la magnitud del piano y el violoncello en clave de jazz. Exultantes estos, fascinan a amantes de la -buena- música y hasta a bombones asesinos. Este es otro tipo de magia secular: convertir un idioma religioso (católico principalmente) como era la música clásica del siglo dieciocho en signos no necesariamente religiosos como es el jazz.
Vuelvo entonces a respirar profundo. La música sigue su curso mientras las imaginarias campanadas de las 12.30 suenan en el reloj de abajo a la derecha. Queda solo un trago del "Santa Justina" que supimos conseguir y beber. Un Malbec de 2004 que nadie conoce, pero según mi padre "se vende barato en el super".
Loussier acelera y desacelera el ritmo del viejo Juan Sebastián y yo he terminado de beber a la Santa Justina. Más contenido religioso en estos párrafos ya que me tomé la sangre de Cristo y encima era de una santa que fue embotellada.
Decía al principio que la magia secular ha iluminado este momento. O algo así. Mi padre, entonces, se divorció de mi madre. Mi madre se enteró. Luego nos enteramos mis hermanos (Jeva, la menor; Imre, el mayor, y yo, Slavoj, el del medio) de tal acontecimiento. Mi padre se fue de casa hacia otra casa, donde escribo. Vivo con mi madre, donde suelo escribir y donde mi máquina no funciona de la mejor manera. Por eso, la magia secular que todo lo puede (como divorciar a un par de católicos) me permite encontrarme en otra casa y escribir un poco.
No hay más vino en mi copa; elemento fundamental para poder escribir sobre la religión y la música.

SZ

miércoles, 7 de febrero de 2007

Dimitri -primera parte.

Subte. Línea B. Subte. Libro. Hojas. Libro. Libro. Gente. Libro. Tucutúm tucutúm. Tucutúm tucutúm. Ñiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Renglón. Letras. Palabras. Letras. Gente. Li-pal-hoj-tucutúm tucu-chaaaa. Estación Malabia.

Sonríe el joven Dimitri al revisar esa última frase que lo dejó pensando. Echa un vistazo al cartel que ahora entiende perfectamente por la perspectiva. Estación Malabia. Dos paradas más y ya estará corriendo nuevamente. Desea terminar el capítulo tres de la tercera parte del libro.

Las puertas se cierran y el calor sofocante comienza a disminuir. El tren avanza lentamente. Con la sonrisa aún dibujada, Dimitri gira cansino y se encuentra a su derecha con un hombre que lo mira con atención. Sus ojos grandes como interrogándolo por su pasado ucraniano. Vuelto a sus líneas, retoma la ya leída página sesenta de su libro donde el autor comenta: “Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo con las leyes de la belleza aún en los momentos de más profunda desesperación”. Enseguida recuerda a María Mitdova, musa quinceañera guardada en un recuerdo profundo del joven.

Dimitri siente que el alma de María lo persigue. Distanciados por kilómetros y años, nunca se han vuelto a ver. El tuvo que dejarla para acompañar a su padre a horizontes porteños. Ella, por su parte, dejó de contestar las cartas del joven ucraniano.

El subte no es un buen refugio para Dimitri ya que se posan –incesantemente- sobre él los ojos de aquel sujeto casi hipnotizado. Ahora su preocupación es reconocida. De reojo observa que el hipnotizado se sienta. Sus manos humedecen una punta de la hoja que sostiene. El hombre no lo mira. Entrecierra los ojos y llama con su celular. Dimitri, inquieto por comprobar la locura del hombre, busca la mirada que lo aterrorizó segundos atrás. El hombre no responde a la búsqueda, cierra el celular y se echa a dormir.

Al salir del vagón, Dimitri entiende que ser visto e involucrarse en una relación lo aterra. Pasaron dos años desde su llegada a este país, pero todavía no puede superar la locura en la que entró por amar y dejar a esa mujer. Nunca la amó realmente, pero fue su única experiencia libidinosa concreta. Dimitri sabe que la belleza de la joven continúa transitando, aún en el encierro bajo la tierra.

lunes, 5 de febrero de 2007

Estimado

Estimado lector. No quiero pecar de atrevido por consideralo "solo" (de soledad). Pero me debo dirigir a esta pantalla con la mayor de las singularidades posibles, o sea, a Ud. solo. Por eso, la mayor de esas singularidades, contrario a la pluralidad que puede ser infinita, es usted. Únicamente usted. Claro que existen casos en que Ud. siente que no está solo, sino que tiene un amigo, un otro yo, o bien un hermoso duende verde en su hombro.

No quiero pecar de atrevido, le decía, por que quizás usted no sea solo. Quizás tiene dos cabezas (graciosos abstenerse), o pretende hacerme imaginar que su alma también tiene vida, pst!

¡Qué! ¿no le gusta que le diga que "es solo"? Sí, le digo: ¡ES SOLO! Puede soñar que es otro y Ud. mismo a la vez; puede tener ese hermoso duende verde con monedas de oro en la olla a la vera del río junto a un inmenso arco iris; puede estar bajo los efectos de cualquier sustancia admitida en Amsterdam (y consumida también por el duende); y así.

Pero claro, el estimado lector pretende "chocolatearme" la situación de que está acompañado, llamándolo/s: "Estimados lectores". Muy bien. Si eso lo hace feliz le diré tal cosa, y además le compraré un muñeco inflable, o quizás un potus.

Estimado lector, tenga piedad. A veces me sobresalto y cometo exabruptos algo vengativos. Tal vez Ud. sea realmente "acompañado" y tenga alguien a quién comentarle este blog. Por eso, comente, divulgue, corra la bola, use el boca en boca. A cambio de qué, me preguntará. "La absoluta nada", le contestaré. Pero como en todos lados hay siempre algo, aquí encontrará lo que en otros lados no hay.

Estimado lector: ayúdeme.

estoy solo.

Zizek.

domingo, 4 de febrero de 2007

Levantando polvaredas de ladrillos





Grita la pared, llena de furia y encanto. Suena contigo una tímida música francesa. Grita todo el tiempo. Mis venas se retuercen. No donan sangre hoy. Se retuercen frente a la pared que se avecina. Sea vecina, sea amiga o sea cualquier cosa, continúa gritando. ¿Pared? ¿Pared...? En el medio del ardor aquel muro no supo contestar a mi llamado. Calla, pared, como lo hace también la música francesa.


Luego los golpes. Luego los gemidos; y los gritos. Mis venas siguen sin reaccionar, inhibidas ya por el clamor de una pared que ha vuelto a gritar.
Libidinosa pared que juega con mis sentimientos de turista embaucado. Embroncado. Embebido en un lecho ajeno. Embarazado. No. Eso no.

El pueblo quiere saber con quién se frota. Yo no.

Dejo a consideración de usted el final de este acabado fin. Mate o entienda. Mate o merienda.

Zizek

Se va la primera





Fatal. Tremendo. ¿Puede un éxito ser para siempre? Puede.

El éxito ¿excita? Quizás.

O quizás el éxito se acaba -y pronto- debido a su raiz inglesa: exit.


Fui un hombre que supo tener lo que quiso. Pude una tarde conocer gente. Otras tardes también conocí más gente. Me acostumbré a conocer gente por las tardes. Tarde, pero pude. Hubo sí una vez que no fue cualquier tarde. Tampoco fue cualquier gente. Era una genta. Construimos un amor divino de a poco. Yo estaba perdidamente atrapado por esa genta. Ella comprendió que yo era para ella misma y yo comprendí lo mismo pero al revés. Ambos para ambos.


Podía superarme todo el tiempo, llegué alto. No todos tienen un metro ochenta y pico. Era realmente un tipo de alta calidad; un alto tipo. Fue toda esa historia en que llegué a la gloria. Los del barrio la llamaban así, La Gloria. Alta Córdoba. La Gloria era mi techo y mi piso, mi fin y mi inicio. Trampoleen de nuevas emociones, querida gloria.


Hoy me dejó. Hoy pasó y me dejó. Pasó sin pena ni escritos en cuadernos suyos. La conocí ayer y me dejó un beso enorme.


Te quiero Gloria. Te quiero. Se va la primera redacción, querida gloria. Adentro.


Zizek.