lunes, 26 de febrero de 2007

Escape

Me escapé. No llevé mi celular. Estaban todos menos mi padre: mis abuelos, mis tíos, algunos amigos, mi madre y su marido, y mi mujer. De pronto crucé varias fronteras, anochecía por aquellos oscuros rincones. La gente ya entraba a sus casas y yo, sediento de ver algún conocido, me di cuenta que era tarde, que no tenía celular para avisar sobre mi partida. En principio quiso ser un pequeño llamado de atención, pero sin quererlo se convirtió en una ausencia irreparable. Yo no lo sentía así. "Solamente me fui", pensaba después para mis adentros. Al intentar volver, escuché la voz dolida de mi hermano. Intentaba responderle -de hecho lo hacía- pero él no podía escucharme. Pregunté a unos lugareños la forma de regresar. La vuelta se hacía dura y mucho más larga que la ida. Tuve que pasar una frontera, desconocida para mí. Me pidieron documentos y escuché con mayor nitidez a mi hermano, por lo que pasé sin fijarme aquel obstáculo. Subiendo la pendiente, detrás de los arbustos, me encontré con ellos. Algunos lloraban, mi madre se indignaba porque yo no había avisado que me iba; un amigo no dejaba de mirarme azorado; otros me abrazaban. Mi mujer, lagrimeando, se hizo espacio entre todos y abrió sus brazos. Como enjuiciado, pero a la vez contenido, me fui dando cuenta que solamente puedo escaparme en un sueño.

SZ