lunes, 5 de marzo de 2007

Me pesa el día. Cae como un saco de tierra sobre una mula de montaña.
Trago saliva y pienso en mis anginas (que no tengo). Mis encías me molestan y me pica el cuello.
Nada de lo que escriba me convencerá; nada me llamará la atención para comentarlo.

Mi día está hecho. No debería haberme despertado.

SZ

7 comentarios:

Álvarez Gómez dijo...

Creamé que lo entiendo. Sino, lea "Noche de Marzo".

Zizek dijo...

GRacias.
SZ

Ela dijo...

Bueno, ya pasó. Es miercoles.
Igual Alvarez agrega algunas cositas fisiológicas a su día cuando ve que es para olvidar.
Pruebe eso a ver si le resulta mejor.

Saludos

emiliano. dijo...

Si se habla de días malditos, no puedo dejar de participar. Porque me ha tocado más de una vez, lamento su día. Quizá lo que convenga en estos casos sea enojarse un poco, escribir una mala página e irse a dormir.
Le comparto a continuación (como si tuviese algo de bueno compartir cosas así) una mala página de un mal día que me ocurrió meses atrás y que su texto sin título me trajo a la memoria.


DESMORONARSE

Alrededor del día martes yo era feliz. Efectué un balance de mi presente y de mi futuro y me sentí afortunado, optimista y alegre.
Hoy es jueves. No es martes.
Mi abatimiento es tal que no voy a molestarme en exagerarlo. No me alcanza el tiempo. Para nada.
Me palpo el cuello y descubro algunas extrañas protuberancias. Supongo alguna forma de cáncer. En lugar de preocuparme por la muerte, pienso amargamente en la infinidad de gestiones médicas que pueden sobrevenir y me desborda la pereza. Me gana la idea de no consultar un doctor. Proyecto: “Si se me empiezan a notar, me recluyo en algún hotelucho”.
Herpes. Sobre el labio superior. ¿No podía simplemente no aparecer? ¿No puedo simplemente no comprar una crema antiviral, no colocármela cada tres horas, y no guardarme bien de tocar la zona afectada?
Todo deviene en una mala predisposición para sobrellevar la rutina.
Trabajar cansa. Y no es una metáfora de la vida. No soy ningún poeta italiano depresivo del mil novecientos. Soy un tipo que trabaja diez horas al día en una fábrica y que después tiene sueño. ¿Una inconfesable certeza de que todo es susceptible a mi entendimiento?*. ¡Pavadas! Mi cabeza es como la baulera de un edificio: poco iluminada, un ruido constante como de grifo mal cerrado, y bastante polvorienta.
No soporto pensar que faltan cinco días para que llegue el martes.


*Frase que, increíblemente, había escrito el día anterior.

Zizek dijo...

Ela: qué cositas fisiológicas dice usted que AG agrega? Recéteme algo para esos días, Ela.
Emiliano. Me sentí muy identificado con lo que usted escribió. No con todo ya que no trabajo en una fábrica. Pero sí con ese abatimiento, con esas ganas de no hacer nada. Excelente lo de la baulera. Me recuerda a la que yo solía visitar en mi anterior hogar. Pienso en esa baulera y me da nostalgia. Igual que cuando pienso en mi cabeza cuando era chico: las cosas que imaginaba, que ideaba, que soñaba y que admiraba.
Siga escribiendo así, Emiliano; ya viene el martes.

SZ

Ela dijo...

Lea "Noche de Marzo" de AG y saque sus propias conclusiones.
Le iba a hacer una receta, pero recordé que usted ya tiene lo que yo le iba a prescribir, así que posiblemente ese remedio no sea la cura para usted. No se otro.

Atte.

Zizek dijo...

Noche de Marzo. Noche de Marzo...
Recetas que van y vienen.

Estoy mejor. Gracias Ela.